martes, 17 de abril de 2012

Elefantes, Primas y Pajaritas


Hoy tocaba un post prometido y dedicado a nuestro queridísimo(y no es coña) #letalfustigator pero la realidad se antepone a los deseos.


Y es que hoy, haciendo uso de esa gran virtud tan nuestra, tan española, de que cualquiera es el que más sabe de futbol, es el que más sabe de toros y es capaz de aconsejar a los demás sin rubor alguno, el amigo Juan Gervás, ha vuelto a hacer de las suyas.


Podría haber hablado del Rey y del Elefante, tema del que ha hablado media España. Incluso podría haber hablado de como la prima de riesgo (que no es nadie de su familia) ha llegado a máximos el día previo a una gran subasta de deuda...


Pero el amigo Juan Gervás se ha arrogado de nuevo, copiando burdamente las formas y actitudes del Obispo de Alcalá, la capacidad de decirle a una profesión que no es la suya que es lo que tiene que hacer para dejar de ser la gangrena quecondena a la atención primaria a su eterno subdesarrollo.


El amigo Gervás podría usar su columna y sus esfuerzos, comohacen muchos blogueros médicos, paraproponer mejoras globales para la atención primaria, para hablar de la triste ydesesperanzadora situación de sus compañeros médicos de familia, especialidadeternamente vilipendiada y últimamente malutilizada; o incluso podría hablar delos recientes recortes, o los que están por venir, y como estos afectarán a lacalidad del sistema sanitario.


Pero no. En lugar de eso, vuelve a repetir esa especie de discurso vintage sobre cuánto perdió la sanidad española cuando las enfermeras pasaron de estar en el lateral de la mesa del médico a tener su propia mesa. Sobre cuentos recursos se malgastan desde que en lugar de rellenarle las recetas a otros tienen sus propios talonarios. Sobre cuanto perdió el sistema desde que la enfermeras dejaron de atender las necesidades de los medicos generales para atender las futuras necesidades de sus pacientes. Sobre el desastre que supuso que cientos de enfermeras hospitalarias experiementadas en años de pasillo, urgencias o quirófano pero sin especialidad que no existía se trasladaran masivamente a los centros de salud, llenos estos de médicos generales también reconvertidos (ni Mestos ni MIR).


Y que conste que esta crítica no es porque no pueda alguien ajeno a la profesión opinar e incluso criticar a las enfermeras. El editor de Enfermeria frente al Espejo lo hace muy bien y casi a diario y es sociólogo. El problema es que no se puede empezar un análisis sobre enfermería diciendo que los médicos “han tenido o tienen enfermeras…” porque implica un desagradable desconocimiento de la profesión.


Todo esto no quita para reconocer que la enfermería (es preciso recordar que como disciplina universitaria es relativamente joven) tiene aún mucho que aprender, mucho que mejorar y mucho que aportar. Pero prefiero que los análisis sobre esto los haga gente que conoce el paño o que, al menos, lo respeta.


En fin, que será mejor que el Sr. Gervás se dedique a cosas más frescas e instructivas, una buena opción es escuchar a "Los Enteraos", esta fantástica chirigota gaditana...


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viernes, 6 de abril de 2012

Cosas de la vida...


Desde que leímos este artículo, al que llegamos gracias de nuevo a una entrada de La Enfermería frente al Espejo, teníamos ganas de escribir este post.

La cuestión era encontrar el momento. Y aunque en una unidad de hospitalización de Medicina Interna de un hospital de nivel III como la nuestra convivimos con el final de la vida casi a diario, el momento llegó, paradojas de la vida (o de la muerte dado el caso) por una cuestión de gestión.

Y es que resulta que uno de los objetivos de nuestra unidad para el 2011 (tema este de los objetivos y la productividad del que hablaremos en breve) consistía en asegurar el registro en la historia clínica del paciente de su situación de terminalidad para así cumplir con los preceptos de la Ley, pionera en España, de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de la Muerte.

Vamos… para evitar en lo posible el empecinamiento diagnóstico y/o terapéutico.
Y resulta que, en la mayoría de los casos de terminalidad, para la enfermería de la unidad (ya lo dijimos en agosto), cosas de la vida, no solo no se cumple con la Ley sino que, objetiva y obstinadamente se produce tal empecinamiento.

Porque así es exactamente como se llama a la situación en la que a un paciente con pronóstico de muerte en menos de 48 horas, lejos de cogerle la mano, acompañarlo y dejarlo ir como dice el artículo inicial, se le somete a toda clase de pruebas cruentas (gasometrías, hemocultivos, endoscopias…), canalizaciones venosas periféricas o centrales para administración intravenosa de toda clase de productos, todo con el único fín de ganarle suficientes horas a la muerte para que nadie diga que yo, como médico, no lo he intentado hasta el final.

Y esto, que podríamos pensar que es un problema solo del hospital de La Línea, solo de Andalucía o solo de España… resulta que es lo más normal del mundo.

Y para comprobarlo (al más puro estilo Pilidorita) os invitamos a ver Wit, una maravillosa película de Emma Thomson, que hace un enorme papel, que nos muestra con ironica realidad las vivencias de una paciente con cáncer terminal y los roles que jugamos los profesionales sanitarios. Imprescindible la conversación con la enfermera Susi sobre el minuto 59.

Y alguien se preguntará... ¿qué pasó con el objetivo?

Pues que aunque sabemos que no se cumple, como nadie pensó en donde debía registrarse el concepto de terminalidad para poder comprobar su cumplimiento, alguien del equipo directivo ha decidido dar ese objetivo como cumplido. Cosas de la vida…



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