viernes, 20 de enero de 2017

De castaño a oscuro #yosoymlalanda


Los que llevamos unos años con un blog o con presencia en redes sociales sabemos de sobra que desde algunos despachos se nos lee, en muchos casos con curiosidad pero en en la mayoría de los casos desde el temor y el miedo a que se puedan decir cosas incomodas.

De entrada no tiene más trascendencia. Como dice habitualmente Serafín, nos leen más de lo que creemos pero influimos menos de lo que pensamos.

En el fondo no es mas que la señal inequívoca de que muchos aún no han entendido, como ya dijimos en esta entrada de agosto de 2015, que la revolución digital que estamos viviendo consiste precisamente en que cada persona tiene a su disposición un enorme altavoz donde expresar sus inquietudes, sus quejas o, simplemente, sus pensamientos en voz alta.

Obviamente, muchos de esos pensamientos en voz alta no gustan a todos los lectores y, por eso, no es raro que en alguna ocasión algunos hayamos recibido algún sutil toque de atención o alguna amenaza velada. Habitualmente no van más allá porque es imposible ponerle puertas al campo. Muchos recordamos aquella vez en la que le tocó a Iñaki González y, después de 5 años de aquello, Iñaki es un referente y el personaje que lo amenazo sigue siendo eso, un personaje.

Sin embargo, lo que le ha pasado a Mónica Lalanda pasa de castaño a oscuro. Que por publicar una entrada en su blog diciendo que, libremente, dejaba su contrato de trabajo porque las condiciones no eran las mejores, alguien se haya sentido agraviado, simplemente tiene cojones.

Lo mejor para entenderlo es leerlo directamente su entrada "Mi Expediente Disciplinario".

Podríamos decir que algo parecido le pasó también a Juan H. Yañez aunque con muchos más matices porque, de entrada, aunque su querella es también muy grave, en principio nadie le puede cercenar la capacidad de seguir desarrollando su trabajo.

A Mónica si. Tratar de acallar las criticas mediante un expediente disciplinario que podría conllevar la inhabilitación profesional es traspasar todas las lineas rojas imaginables.

Yo, sinceramente, no termino de comprender desde qué momento disentir se ha convertido en delito. No termino de entender cómo puede el código deontológico de una organización gremial judicializar, con repercusión profesional, las opiniones personales (obviamente sustentadas desde la experiencia profesional) de una trabajadora inquieta, preocupada y que solo trata de mejorar el sistema y que, además, es una referente reconocida por la propia organización que la ha expedientado.

Espero que la Organización Médica Colegial tome cartas en el asunto y soluciones este sindios.

Mientras tanto, hoy más que nunca, soy una Monica Lalanda más.


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